La andragogía a diferencia de
la pedagogía centra su atención en el alumno y no en el profesor. La adultez es
asumida no como un problema cronológico (niñez – vejez) sino como actitudinal,
la adultez es aceptación de la cultura previa del alumno, de su capacidad de
generar sus propias estrategias de aprender y de reconocer sus necesidades y
expectativas individuales. La práctica andragógica debe realizarse en un
ambiente no unidireccional, sino bidireccional (alumno – docente), un ambiente
de confianza y de respeto mutuo, cuya flexibilidad permita la libertad y
creatividad, el alumno donde la espontaneidad no sea considerada una
anormalidad sino expresión de la creatividad. La práctica andragógica debe
desarrollar no sólo actitudes (acciones – comportamientos), sino también
aptitudes (valores). El alumno debe ser visto como un ser integral, no sólo
alguien que va a la escuela, sino un ser social, pero también un ser
individual, “con experiencias previas, con expectativas y necesidades, un
andragogo tiene que ser un investigador, debe poseer un alto grado de autonomía
e independencia para actuar y tomar decisiones que le permitan llevar adelante
un aprendizaje autodirigido y auto gestor. (Briceño, 1993, p.245).

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